El miedo es una de las más efectivas herramientas de las dictaduras. En lugar de proveer desarrollo, educación, o trabajo con la riqueza que producen los ciudadanos, el pago es arrebatarles su identidad, sus creencias, su capacidad de hablar, decidir, y decirles que si van contra ellos, los callarán, los encarcelarán. El miedo acompañado de la represión funciona.
Las medidas autoritarias hay que aplicarlas de prisa, quitárselas de encima cuanto antes, ya que las dudas alimentan la polémica y trasladan el debate. Con la llegada del COVID el miedo en la población cubana se acentuó al ver más medidas de control del Partido Comunista (único permitido) con el fin de “guiar” el destino de los ciudadanos.
Medidas como la militarización, imposición de decretos que conspiran contra los derechos y libertades como hacer fotos y videos que denuncian las interminables colas para comprar alimentos que evidencian las fallas del sistema.
Y así, callar toda voz que disienta de la autocracia.
Sin embargo, no sanciona a sus altos dirigentes ni sus familiares que ostentan sus lujosas vidas, tienen millonarias cuentas bancarias en paraísos fiscales, producto de la droga como fue la causa No. 1 en la que fue fusilado el general Ochoa.
Pero el pueblo tiene que creer lo que el gobierno quiere que crea, y no lo han de cuestionar, ni escuchar la voz de quien sea que lo cuestione. Cualquiera que lo cuestione es enemigo de la dictadura.
Por eso no me canso de decir que “No se puede construir algo bueno y digno sobre la infelicidad de tu pueblo”
Los cubanos tenemos derecho a una sociedad mejor y una vida digna.
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