Lázaro Yuri Valle Roca: Nuevo
Vedado 31 de Marzo de 2012. La
Habana. Cuba.
María Teresa de Rojas (titina
como le llamaban) a quien su afición por los “papeles viejos” origen de la
antigua amistad que la unía con el Dr. Manuel Pérez-Beato, hizo que éste la
llevase por el año 1937 al Archivo de Protocolos de La Habana y le
“descubriese” los documentos del siglo XVI allí existentes a los que
continuamente hacía referencia en sus conversaciones.
El Dr. Pérez-Beato preocupado toda
su vida por salvar cuanto constituía un testimonio de nuestro pasado, insistía
en señalarle el interés, la importancia de la primera época colonial, y la
perdida irreparable que representaría su destrucción.
En efecto, dichos protocolos en
pésimo estado de conservación debido al abandono en que se encontraban estaban
fatalmente condenados a desaparecer en corto plazo.
Entonces María tomó conciencia de
lo que tal pérdida suponía para la historia económica y social de los primeros
años de nuestro país- donde se contaba en aquél momento con escasa
documentación del siglo XVI-por el hecho de ser estos protocolos enteramente
desconocidos por los historiadores y estudiosos de aquél momento- despertaron
la ambición de María, de rescatarlos transcribirlos y publicarlos.
Teresa confiesa que no sospechaba
que al tomar esta determinación se encontraría con las dificultades con que
había de tropezar, los obstáculos tan desalentadores que tendría que vencer.
Esos que a veces llegaron a parecerle insuperables, así como otros
contratiempos verdaderamente inesperados que surgieron estando en prensa ya su
obra, dilatando la publicación casi 10 años después de concebido su proyecto.
La primera dificultad y al
parecer la más grave, consistía en poder descifrar la letra procesal en que
estaban escritos los documentos de la época teniendo que comenzar los estudios
de paleografía necesarios.
El Dr. Pérez-Beato era la única
persona en Cuba que leía esta letra y había manejado estos documentos en sus
largas búsquedas en el archivo pero una exagerada honradez intelectual de su
parte le impidió considerarse con los conocimientos suficientes para enseñarle
paleografía a María.
Concediéndole el destino la buena
suerte de la oportuna llegada a Cuba del Dr. Jenaro Artíles que la guerra civil
española arrojó a nuestras costas, paleógrafo y archivero del Municipio de
Madrid, quien en unión del eminente maestro de paleografía española Agustín
Millares Carlo había realizado diversos trabajos de esta misma índole brindándole
la tan esperada y necesarios estudios en el año 1940.
No tardó en comenzar una empatía
entre Jenaro y María comunicándole ella su proyecto y el fin preciso que la
guiaba a solicitar su enseñanza no abrigando otra aspiración que la bien
modesta de adquirir los conocimientos que le permitiesen llevar a cabo la
transcripción de los documentos.
Vencidas al cabo de tres años las
dificultades de la letra procesal surgió el segundo obstáculo: para publicar
los fondos del Archivo de Protocolos debido a su anticuada regulación tenía que
conseguir permisos especiales.
Este permiso le fue negado por
mucho tiempo a pesar del entusiasmo que le demostró el entonces Ministro de
Justicia Dr. Víctor Vega Cevallos comprendiendo el servicio que le quería
prestar al país y la petición de María Teresa para desarrollar su proyecto.
Pero como siempre aparece un alma
caritativa que comprende la importancia que tiene el proyecto que desarrollas
para el bien del país y para satisfacer también el ego.
La
Srta. Lydia
Cabrera que desde un principio la estimuló y con la generosidad y amor que la
caracterizaba (convivían en la
Quinta San José propiedad de la familia de María en las
proximidades del barrio de Pogolotti Marianao y con quien decidió emigrar en
1960 un tiempo a España y después EEUU donde residen hasta su muerte) se debió al fin la obtención del permiso.
El Dr. Federico Laredo Brú quien
a la sazón era Ministro de Justicia y a quién le fue presentada María por Lydia
Cabrera acogió su oferta de acometer la transcripción de los documentos
inaccesibles a los no especialistas, de publicarlos a sus expensas, que con la
más decidida simpatía y que solo a su personal y enérgica intervención le fue
dada la autorización que de modo tan lamentable había demorado la ejecución de
su proyecto.
Más lamentó María que el Dr.
Manuel Pérez-Beato no alcanzara a ver su obra transcrita y publicada quien
dedicó toda su vida en el intento de llevar a culmino el proyecto.
En las palabras de agradecimiento
María hace alusión a personalidades como Dr. Fernando Ortíz al Dr. Antonio M.
Elígio de la Puente,
Dr. Francisco Gorriarán quien era Sub director de registro y notariado.
También a quién cataloga como su
caballeroso amigo José Manuel de Ximeno que con tan afectuoso interés siguió en
todos sus detalles el desenvolvimiento de su trabajo.
Esta es la resumida historia de
una mujer y su obra de la que casi nadie de nuestras generaciones conoce su
importancia y trascendencia.
Algo tan tangible como su tesón,
voluntad, interés de superación y el
afán de lograr su proyecto que le llevó años terminarlo trabajándolo
moldeándolo como si fuera el primer día.
Para ella nuestra gratitud y
admiración por dejarnos tan preciado legado.
Dedicatoria de Maria Teresa para Miguel Kolhy. |
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